lunes, 24 de septiembre de 2012

Hombres en mi vida....


Siempre que de mis ojos brotan lágrimas provocadas por algo escrito por otro ser me digo: "será que hoy ando muy emotiva?" quizás más bien, es que lo soy permanentemente y aveces, solo aveces, ando duro el corazón. Me apena (usado como en Nicaragua se usa, como sinónimo de vergüenza) decir cuando escribo para otros que algo me hace llorar, me hace sentir vulnerable, sin embargo creo que no hay muestra más humana que la sensibilidad cuando es sincera y real, cuando no se pre-fabrica para agradar siendo algo distinto a lo que se es. 

Por Lien, me llegó también la carta que Martí (el hombre, el humano, el cercano y no el mito) escribiera para su hermana. Tantas cosas pasaron por mi mente. La falta de un hermano mayor por ejemplo, la ausencia de mi padre. Pero también me asaltaron recuerdos que me han hecho sentir emociones que seguro debió haber sentido Amelia.

Hace algún tiempo, cuando estaba en la secundaria, el padre Ricardo solía andar atento a mí. Yo me desesperaba, le sentía un pesado, necio y controlador. Solo el amor que le tenía me hacía comprender a medias que lo hacía por mi bien.... Y es que en la adolescencia una suele confundir tantas cosas, ahora que lo comprendo, solo puedo darle gracias a la vida que aquel hombre "de una virtud extraordinaria" estuvo al pendiente de mí. 

Al final, cuando Martí habla de su padre y de su vejez, vuelven a mi mente los años del padre Ricardo y esa frase que tan al cien le cae "Él nunca ha sido viejo para amar". 

Y en lo que se refiere a Amelia, no puedo pensar en otro ser humano más que en mi Teso. Carlos y yo, hemos sido más que amigos, hermanos, con un amor único e infinito, un par de seres privilegiados realmente. Cuando mi vida pasaba una etapa muy difícil él estuvo ahí, casi con las mismas palabras que le dedica Martí aquí a su hermanita.... previniéndome incluso de los trucos que los hombres aplican para ganar inmerecidamente el corazón de una mujer, pendiente de la forma en que debía de verme a mi misma y darme a querer, a respetar. Era verdaderamente el hermano grande que todas queremos tener. Luego vinieron las demás formas de amar, y para no verse en la tarea de estar vigilante, se dispuso a amarme como mujer. Que tramposo!!! jajaja

Hombres virtuosos le hacen falta al mundo, y yo que a veces me quejo tanto he tenido la dicha de encontrarme con algunos cuantos.



Para Amelia:

Tengo delante de mí, mi hermosa Amelia, como una joya rara, y de luz blanda y pura, tu cariñosa carta. 

Ahí está tu alma serena, sin mancha, sin locas impaciencias. Ahí está tu espíritu tierno, que rebosa de ti, como la esencia de las primeras flores de mayo. 
Por eso quiero yo que te guardes de vientos violentos y traidores, y te escondas en ti a verlos pasar: que como las aves de rapiña por los aires, andan los vientos por la tierra en busca de la esencia de las flores. 

Toda la felicidad de la vida, Amelia, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma sino después del largo examen; detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse. 

Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe, ni en las tierras donde esto se puede, sino rompiendo el corazón de los amantes desunidos. 
Y en vez de ponerse el hombre y la mujer que se sienten acercados por una simpatía agradable, nacida a veces de la prisa que tiene el alma en flor por darse al viento, y no de que otro nos inspire amor, sino el deseo que tenemos nosotros de sentirlo; -en vez de ponerse doncel y doncella como a prueba, confesándose su mutua simpatía, y distinguiéndola del amor que ha de ser cosa distinta, y viene luego, y a veces no nace, ni tiene ocasión de nacer, sino después del matrimonio, se obligan las dos criaturas desconocidas a un afecto que no puede haber brotado sino de conocerse íntimamente. -Empiezan las relaciones de amor en nuestra tierra por donde debieran terminar.-Una mujer de alma severa e inteligencia justa debe distinguir entre el placer íntimo y vivo, que semeja el amor sin serlo, sentido al ver a un hombre que es en apariencia digno de ser estimado, -y ese otro amor definitivo y grandioso, que, como es el apegamiento inefable de un espíritu a otro, no puede nacer sino de la seguridad de que el espíritu al que el nuestro se une tiene derecho, por su fidelidad, por su hermosura, por su delicadeza, a esta consagración tierna y valerosa que ha de durar toda la vida.-Ve que yo soy un excelente médico de almas, y te juro, por la cabecita de mi hijo, que eso que te digo es un código de ventura, y que quien olvide mi código no será venturoso. 

He visto mucho en lo hondo de los demás, y mucho en lo hondo de mí mismo. Aprovecha mis lecciones. 
No creas, mi hermosa Amelia, en que los cariños que pintan en las novelas vulgares, y apenas hay novela que no lo sea, por escritores que escriben novelas porque no son capaces de escribir cosas más altas- copian realmente la vida, ni son ley de ella. 
Una mujer joven, que ve escrito que el amor de todas las heroínas de sus libros, o el de sus amigas que los han leído como ella, empieza a modo de relámpago, con un poder devastador y eléctrico- supone, cuando siente la primera dulce simpatía amorosa, que le tocó a su vez en el juego humano, y que su afecto ha de tener las mismas formas, rapidez e intensidad de esos afectillos de librejos, escritos, -créemelo Amelia- por gentes incapaces de poner remedio a las tremendas amarguras que origina su modo convencional e irreflexivo de describir pasiones que no existen, o existen de una manera diferente de aquella con que las describen. 
¿Tú ves un árbol? ¿Tú ves cuánto tarda en colgar la naranja dorada, o la granada roja, de la rama gruesa? Pues, ahondando en la vida, se ve que todo sigue el mismo proceso. El amor, como el árbol, ha de pasar de semilla, a arbolillo, a flor, y a fruto.-Y en Cuba se empieza siempre por el fruto. -Cuéntame Amelia mía, cuanto pase en tu alma. Y dime de todos los lobos que pasen a tu puerta; y de todos los vientos que anden en busca de perfume. Y ayúdate de mí para ser venturosa, que yo no puedo ser feliz, pero sé la manera de hacer felices a los otros. 

No creas que aquí acabo mi carta. Es que hacía tiempo que quería decirte eso, y he empezado por decírtelo. -De mí, te hablaré otro jueves.- En este sólo he de decirte que ando como piloto de mí mismo, haciendo frente a todos los vientos de la vida, y sacando a flote un noble y hermoso barco, tan trabajado ya de viajar, que va haciendo agua. -A papá que te explique esto que él es un valeroso marino.- Tú no sabes, Amelia mía, toda la veneración y respeto ternísimo que merece nuestro padre. Allí donde lo ves, lleno de vejeces y capricho, es un hombre de una virtud extraordinaria. 
Ahora que vivo, hora sé todo el valor de su energía y todos los raros y excelsos méritos de su naturaleza pura y franca. Piensa en lo que te digo. No se paren en detalles, hechos para ojos pequeños. Ese anciano es una magnífica figura. Endúlcenle la vida. Sonrían de sus vejeces. Él nunca ha sido viejo para amar.- 

Ahora, adiós de veras,- 

Escríbeme sin tasa y sin estudio, que yo no soy tu censor, ni tu examinador, sino tu hermano. Un pliego de letra desordenada y renglones mal hechos, donde yo sienta palpitar tu corazón y te oiga hablar sin raros ni miedos -me parecerá más bella que una carta esmerada, escrita con el temor de parecerme mal.-Ve: el cariño es la más correcta y elocuente de todas las gramáticas. Di ¡ternura! y ya eres una mujer elocuentísima. 

Nadie te ha dado nunca mejor abrazo que este que te mando. -¡Que no tarde el tuyo!

Tu hermano

domingo, 23 de septiembre de 2012

Los niños y Martí.


Si alguien quiere saber de ternura, de amor, de sensibilidad pura y real, a Martí debe encontrar. Poco le he leído para la necesidad que tengo de tanto suyo, pero eso poco me ha cambiado en algo. Es imposible ser el mismo después de leer a Martí. 

Si algo parece haber tenido bien claro Martí era que la transformación y el mejoramiento humano debían empezar o empiezan desde los más pequeños. Esos, los más pequeños que parecen no tener complicaciones son los grandes maestros silenciados. Silenciados los niños por la discriminación del adulto frente a él, que considera saberlo todo o al menos saber mucho más que ellas y ellos. Silenciados por la soberbia de quien ha olvidado lo que se sentía ser niño. Y es que ser niño es ser libre, hasta que aparece un adulto y acaba con todo, hasta con la capacidad de soñar y la voluntad de volar. Constantemente los adultos somos anti-Martí, si, yo imagino que si esta línea la leen los "estudiosos" martianos, los intelectuales comprometidos con los esquemas, los no martianos que piensan que pueden ser amantes de Cuba sin entender a Martí, sin al menos esforzarse en conocerle, me declararían non-grata y como siempre estaría entre las no deseables, da igual. Pero no tengo dudas que los adultos somos anti-martianos. Empezamos a serlo cuando otro adulto hace la misión de ayudarnos a "crecer". 

"Si desde su tierna edad son imbuidos diligentemente los niños en la piedad y en las letras, hay que esperar, sin lugar a dudas, un feliz curso de toda su vida..." José de Calasanz. (patrono de las escuelas pías)
Pasé escuchando eso desde que tenía como 6 años. Y esa, la frase más importante de Calasanz ha revotado en mi cerebro y en mi conciencia toda la vida. 
"Acerca de los padres" de Silvio Rodríguez fue en determinado momento un descubrimiento importante también. 
Quiero ser una buena madre, quiero ser una adulta responsable, en el sentido de no ser tan adulta como para no aprender de mis pequeños. 

Quiero que mis hijos sean parte de ese hombre nuevo soñado y esperado, que no caerá del cielo, que hay que ir construyendo o dejando ser simplemente, sin ponerle obstáculos, sin reprimirle. 

El mundo se termina, la especie humana lo está acabando y mis hijos han aprendido que las flores no se cortan, que no es necesario cortarlas para regalarlas y tener un gesto hermoso. Mejor gesto que dejarla vivir no hay. 

No se si estas pequeñas enseñanzas que como padres les damos serán suficientes, no se si lograremos hacer de ellos seres humanos gigantes, pero al menos se,  que al final de la historia no me sentiré tan mal por no haberlo intentado. 

Lien es mi amiga cubana, guajira oriental, amante de Martí hasta las últimas consecuencias y una madre muy esforzada y ejemplar. Todos los días alegra mis días, comparte inumerables gestos de amor, no solo conmigo, sino con un grupo de 15 bandoleras más que a diario forman una especie de corral en donde se habla de todo, absolutamente de todo y van "trocando lo sucio en oro" Preciosas enanitas que hacen su labor desde sus pequeños espacios de amor. Liency como le dice su gordo amado, nos compartió hace unos días esta historia tan emotiva escrita por Martí el gigante infantil. Este escenario de viste de hermosos colores y lo comparte con todo el que quiera aprender a ser mejor. Luego de esta lectura, será imposible ser el mismo de antes. 




Y escribió Lien: "Esta fue la primera lectura con la que lloré en la vida, era muy pequeñita pero lo recuerdo tan nítidamente!!!!!!!!!!!!!!!!!.... ese último párrafo me partió en dos y me parte todavía cuando se lo leo a mis niños…"

Bebé y el señor Pomposo: 
(de la edad de oro)

Bebé‚ es un niño magnífico, de cinco años. Tiene el pelo muy rubio, que le cae en rizos por la espalda, como en la lámina de los Hijos del Rey Eduardo, que el pícaro Gloucester hizo matar en la Torre de Londres, para hacerse él rey. A Bebé lo visten como al duquecito Fauntleroy, el que no tenía vergüenza de que lo vieran conversando en la calle con los niños pobres. Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él mucho, él quiere mucho a los demás. No es un santo, ¡oh, no!: le tuerce los ojos a su criada francesa cuando no le quiere dar más dulces, y se sentó una vez en visita con las piernas cruzadas, y rompió un día un jarrón muy hermoso, corriendo detrás de un gato. Pero en cuanto ve un niño descalzo le quiere dar todo lo que tiene: a su caballo le lleva azúcar todas las mañanas, y lo llama "caballito de mi alma"; con los criados viejos se está horas y horas, oyéndoles los cuentos de su tierra de África, de cuando ellos eran príncipes y reyes, y tenían muchas vacas y muchos elefantes: y cada vez que ve Bebé‚ a su mamá, le echa el bracito por la cintura, o se le sienta al lado en la banqueta, a que le cuente cómo crecen las flores, y de dónde le viene la luz al sol, y de que está hecha la aguja con que cose, y si es verdad que la seda de su vestido la hacen unos gusanos, y si los gusanos van fabricando la tierra, como dijo ayer en la sala aquel señor de espejuelos. Y la madre le dice que sí, que hay unos gusanos que se fabrican unas casitas de seda, largas y redondas, que se llaman capullos; y que es hora de irse a dormir, como los gusanitos, que se meten en el capullo, hasta que salen hechos mariposas.

Y entonces sí que está lindo Bebé‚ a la hora de acostarse, con sus mediecitas caídas, y su color de rosa, como los niños que se bañan mucho, y su camisola de dormir: lo mismo que los angelitos de las pinturas, un angelito sin alas. Abraza mucho a su madre, la abraza muy fuerte, con la cabecita baja, como si quisiera quedarse en su corazón. Y da brincos y vueltas de carnero, y salta en el colchón con los brazos levantados, para ver si alcanza a la mariposa azul que está pintada en el techo. Y se pone a nadar como en el baño; o a hacer como que cepilla la baranda de la cama, porque va a ser carpintero; o rueda por la cama hecho un carretel, con los rizos rubios revueltos con las medias coloradas. Pero esta noche Bebé está muy serio, y no da volteretas como todas las noches, ni se le cuelga del cuello a su mamá para que no se vaya, ni le dice a Luisa, a la francesita, que le cuente el cuento del gran comelón que se murió solo y se comió un melón. Bebé cierra los ojos; pero no está dormido. Bebé está pensando. 

La verdad es que Bebé tiene mucho en qué pensar, porque va de viaje a París, como todos los años, para que los médicos buenos le digan a su mamá las medicinas que le van a quitar la tos, esa tos mala que a Bebé‚ no le gusta oír: se le aguan los ojos a Bebé‚ en cuanto oye toser a su mamá: y la abraza muy fuerte, muy fuerte, como si quisiera sujetarla. Esta vez Bebé‚ no va solo a París, porque él no quiere hacer nada solo, como el hombre del melón, sino con un primito suyo que no tiene madre. Su primito Raúl va con él a París, a ver con él al hombre que llama a los pájaros, y la tienda del Louvre, donde les regalan globos a los niños, y el teatro Guiñol, donde hablan los muñecos, y el policía se lleva preso al ladrón, y el hombre bueno le da un coscorrón al hombre malo. Raúl va con Bebé‚ a París. Los dos juntos se van el sábado en el vapor grande, con tres chimeneas. Allí en el cuarto está Raúl con Bebé‚ el pobre Raúl, que no tiene el pelo rubio, ni va vestido de duquecito, ni lleva medias de seda colorada. 

Bebé‚ y Raúl han hecho hoy muchas visitas: han ido con su mamá a ver a los ciegos, que leen con los dedos, en unos libros con las letras muy altas: han ido a la calle de los periódicos, a ver como los niños pobres que no tienen casa donde dormir, compran diarios para venderlos después‚ y pagar su casa: han ido a un hotel elegante, con criados de casaca azul y pantalón amarillo, a ver a un señor muy flaco y muy estirado, el tío de mamá, el señor Don Pomposo. Bebé está pensando en la visita del señor Don Pomposo. Bebé‚ está pensando. 

Con los ojos cerrados, él piensa: él se acuerda de todo. ¡Qué largo, que largo el tío de mamá, como los palos del telégrafo! ¡Qué leontina tan grande y tan suelta, como la cuerda de saltar! ¡Qué pedrote tan feo, como un pedazo de vidrio, el pedrote de la corbata! ¡Y a mamá no la dejaba mover, y le ponía un cojín detrás de la espalda, y le puso una banqueta en los pies, y le hablaba como dicen que le hablan a las reinas! Bebé‚ se acuerda de lo que dice el criado viejito, que la gente le habla así a mamá, porque mamá es muy rica, y que a mamá no le gusta eso, porque mamá es buena. 

Y Bebé vuelve a pensar en lo que sucedió en la visita. En cuanto entró en el cuarto el señor Don Pomposo le dio la mano, como se la dan los hombres a los papás; le puso el sombrerito en la cama, como si fuera una cosa santa, y le dio muchos besos, unos besos feos, que se le pegaban a la cara, como si fueran manchas. Y a Raúl, al pobre Raúl, ni lo saludó, ni le quitó el sombrero, ni le dio un beso. Raúl estaba metido en un sillón, con el sombrero en la mano, y con los ojos muy grandes. Y entonces se levantó Don Pomposo del sofá colorado “Mira, mira, Bebé‚ lo que te tengo guardado: esto cuesta mucho dinero, Bebé: esto es para que quieras mucho a tu tío". Y se sacó del bolsillo un llavero como con treinta llaves, y abrió una gaveta que olía a lo que huele el tocador de Luisa, y le trajo a Bebé‚ un sable dorado–¡oh qué sable! ¡oh qué gran sable!–y le abrochó por la cintura el cinturón de charol,–¡oh qué cinturón tan lujoso!–y le dijo: "Anda, Bebé: mírate al espejo; ese es un sable muy rico: eso no es más que para Bebé, para el niño." Y Bebé, muy contento volvió la cabeza adonde estaba Raúl, que lo miraba, miraba al sable, con los ojos más grandes que nunca, y con la cara muy triste, como si se fuera a morir:–¡oh, qué sable tan feo, tan feo! ¡oh, qué tío tan malo! En todo eso estaba pensando Bebé. Bebé estaba pensando. 

El sable está allí, encima del tocador. Bebé levanta la cabeza poquito a poco, para que Luisa no lo oiga, y ve el puño brillante como si fuera de sol, porque la luz de la lámpara da toda en el puño. Así eran los sables de los generales el día de la procesión, lo mismo que el de él. Él también‚ cuando sea grande, va a ser general, con un vestido de dril blanco, y un sombrero con plumas, y muchos soldados detrás, y él en un caballo morado, como el vestido que tenía el obispo. Él no ha visto nunca caballos morados, pero se lo mandarán a hacer. Y a Raúl ¿quién le manda hacer caballos? Nadie, nadie: Raúl no tiene mamá que le compre vestidos de duquecito: Raúl no tiene tíos largos que le compren sables. Bebé levanta la cabecita poco a poco: Raúl está dormido: Luisa se ha ido a su cuarto a ponerse olores. Bebé se escurre de la cama, va al tocador en la punta de los pies, levanta el sable despacio, para que no haga ruido... y ¿qué hace, qué hace Bebe? ¡va riéndose, va riéndose el pícaro! hasta que llega a la almohada de Raúl, y le pone el sable dorado en la almohada.





Acerca de los padres


Cuando venía de la escuela
y alguien le quitaba un medio al niño
su padre le pegaba haciéndolo salir
Tenía que romperle la cara sin llorar
Si se ponía a dibujar sus casas y soles le hacía trizas
Los machos juegan a las bolas y a pelear
Búscate un papalote y deja de soñar

No pudo decir que tuvo miedo
No pudo decir que le dolía
No pudo decir que era salvaje lo que hacía
No pudo llorar como pensaba
No pudo pedir ayuda alguna
No pudo sino tragar en seco su amargura.

¿Quién?
¿Quién tiene un hijo en las entrañas?
¿Quién le está dando el desayuno
para cobrárselo mañana?
¿Quién? ¿Quién? ¿Quién?
¿Quién?
¿Quién juguetea con alquimia?
¿Quién quiere fabricar cerebros
y sólo esta sembrando muertos?

Y la erosión le trajo un sexo
Y una presencia ante la vida
Sellados por un fuerte cordón umbilical
Pues por su filiación sexual le juzgarán
Hoy los archivos se desbordan
de psicopatías y prejuicios,
de mutiladas fantasías del horror,
de remendados en la frente y el amor.
De nada le sirve ser amigo,
de nada le sirve ser hermano.
El sexo es el juez universal del ser humano
Y si eres mujer no pidas ni agua
si cambias de hombre por semana.
El odio te sigue inevitable cama a cama

¿Quién?
¿Quién tiene un hijo en las entrañas?
¿Quién le está dando el desayuno
para cobrárselo mañana?
¿Quién? ¿Quién? ¿Quién?
¿Quién?
¿Quién juguetea con alquimia?
¿Quién quiere fabricar cerebros
y sólo esta sembrando muertos?
¿Quién? ¿Quién? ¿Quién?
¿Quién?
¿Quién? ¿Quién? ¿Quién?
¿Quién?

Más de Martí...


Hoy fue un día hermoso. Mis hijitos conmigo de visita al padre Ricardo. El padre ya tiene 66 años, los cumplió en junio, no está para nada viejo, pero sí algo enfermo. Cuando pienso en un padre o en algo muy parecido, pienso en él. Compartimos una hermosa tarde campestre llena de paz, hablamos de la vida que optamos por tener, de que no todos somos tan malos ni tan buenos y que eso nos hace hermosos y hermosas. Su forma de ver el mundo, su religiosidad, no han cambiado mucho desde que lo conocí. Sigue siendo el buen tipo de siempre, capaz de traducir la palabra de dios en palabra de fe para los seres humanos. Mi padre, mi amigo.... no importa, es uno de mis principales referentes. Nunca terminaré de agradecer a la vida el amor de este ser maravilloso que más nunca me faltará. 

Una vez más mi amiga "Lectora" me hizo llegar otra muestra de amor de Martí. No era la primera vez que la leía, pero será la primera que quede expuesta en este escenario, lista para ser devorada por quienes necesiten de vida, belleza y amor convertidos en letras.





A mi María*

Y mi hijita ¿qué hace, allá en el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del mundo, en saber, en querer, -en saber, para poder querer, -querer con la voluntad, y querer con el cariño? ¿Se sienta, amorosa, junto a su madre triste? ¿Se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores, -a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse , -llaman en el mundo "amor". Es grande, amor; pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no la ame así, no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto. -¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí?
(...) Conocerás el mundo, antes de darte a él. Elévate, pensando y trabajando.
(...) Y cuando tengas bien traducida L'Histoire Générale, en letra clara, a renglones iguales y páginas de buen margen, nobles y limpias ¿cómo no habrá quien imprima;-y venda para ti, venda para tu casa, -este texto claro y completo de la historia del hombre, mejor, y más atractivo y ameno, que todos los libros de enseñar historia que hay en castellano? La página al día, pues: mi hijita querida. Aprende de mí. Tengo la vida a un lado de la mesa, y la muerte a otro, y un pueblo a las espaldas: -y ve cuántas páginas te escribo.
El otro libro es para leer y enseñar: es un libro de 300 páginas, ayudado de dibujos, en que está, María mía, lo mejor-y todo lo cierto-de lo que se sabe de la naturaleza ahora. Ya tú leíste, o Carmita leyó antes que tú, las Cartillas de Appleton. Pues este libro es mucho mejor, -más corto, más alegre, más lleno, de lenguaje más claro, escrito todo como que se lo ve. Lee el último capítulo. La Physiologie Végétale,-la vida de las plantas, y verás qué historia tan poética y tan interesante. Yo la leo, y la vuelvo a leer, y siempre me parece nueva. Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad.
Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, -y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día. Es hermoso, asomarse a un colgadizo, y ver vivir al mundo: verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar, y aprender en esa majestad continua el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil. Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto, y no en el costo. La elegancia del vestido, -la grande y verdadera, -está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí. Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor. -Y esa naturalidad, y verdadero modo de vivir, con piedad para los vanos y pomposos, se aprende con encanto en la historia de las criaturas de la tierra.
(...) Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo. Que cuando mires dentro de ti, y de lo que haces, te encuentres como la tierra por la mañana, bañada de luz. Siéntete limpia y ligera, como la luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe, y pasa. Y si no me vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de Frank Sorzano: pon un libro, -el libro que te pido, -sobre la sepultura. O sobre tu pecho, porque ahí estaré enterrado yo si muero donde no lo sepan los hombres. -Trabaja. Un beso. Y espérame.

Tu
J. Martí
Cabo Haitiano, 9 de abril, 1895.


* La niña María Mantilla. 


viernes, 21 de septiembre de 2012

Mi raza (José Martí)


Colaboración de "Lectora" una amiga cubana que conocí en el blog de mi trovador querido Silvio Rodríguez. Acompaño esta entradita en día memorable en esta mi Patria Nicaragua, con la canción "en blanco y negro" de Sabina e interpretada por Pablo y Victor Manuel. Un día como hoy en 1956 Rigoberto López Perez ajustició al primero de los Somozas, al mismo que traicioneramente se encargara de asesinar al General de Hombres libres, Augusto Calderón Sandino muchos años antes. Que se riegue este escenario de la frescura de la música, y el recuerdo de los hombres que son hombres más que cualquier otra cosa, que separe, divida, determine y distancie. 

Y sea este día que termina en breve, un día para pensar en lo que verdaderamente cuenta, el objetivo de todo ser humano, alcanzar la felicidad individual y colectiva. La individual necesitará del apoyo de otros, siempre. La colectiva necesitará la colaboración de todos. 




Y nos dejó Martí:

Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza".

Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. 

Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.

El racista blanco, que le cree a su raza derechos superiores, ¿qué derechos tiene para quejarse del racista negro que también le vea especialidad a su raza? El racista negro, que ve en la raza un carácter especial, ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? 

El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza y autoriza y provoca al racista negro. El hombre negro que proclama su raza, cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de todas las razas, autoriza y provoca al racista blanco. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza; los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aísla, aísla al negro. El negro que se aísla, provoca a aislarse al blanco.

En Cuba no hay temor a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla murieron por Cuba, han subido juntas por los aires, las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco hubo siempre un negro. Los negros, como los blancos, se dividen por sus caracteres, tímidos o valerosos, abnegados o egoístas, en los partidos diversos en que se agrupan los hombres. Los partidos políticos son agregados de preocupaciones, de aspiraciones, de intereses y de caracteres. Lo semejante esencial se busca y halla por sobre las diferencias de detalle; y lo fundamental de los caracteres análogos se funde en los partidos, aunque en lo incidental o en lo postergable al móvil común difieran. Pero en suma, la semejanza de los caracteres, superior como factor de unión a las relaciones internas de un color de hombres graduado y en su grado a veces opuesto, decide e impera en la formación de los partidos.

La afinidad de los caracteres es más poderosa entre los hombres que la afinidad del color. Los negros, distribuidos en las especialidades diversas u hostiles del espíritu humano, jamás se podrán ligar, ni desearán ligarse, contra el blanco, distribuido en las mismas especialidades. Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud del color. Los hombres de pompa e interés se irán de un lado, blancos o negros; y los hombres generosos y desinteresados se irán de otro. 

Los hombres verdaderos, negros o blancos, se tratarán con lealtad y ternura, por el gusto del mérito y el orgullo de todo lo que honre la tierra en que nacimos, negro o blanco. La palabra racista caerá de los labios de los negros que la usan hoy de buena fe, cuando entiendan que ella es el único argumento de apariencia válida y de validez en hombres sinceros y asustadizos, para negar al negro la plenitud de sus derechos de hombre. Dos racistas serían igualmente culpables: el racista blanco y el racista negro. Muchos blancos se han olvidado ya de su color, y muchos negros. Juntos trabajan, blancos y negros, por el cultivo de la mente, por la propagación de la virtud, por el triunfo del trabajo creador y de la caridad sublime.
En Cuba no hay nunca guerra de razas. La República no se puede volver atrás; y la República, desde el día único de redención del negro en Cuba, desde la primera constitución de la independencia el 10 de abril en Guáimaro, no habló nunca de blancos ni de negros. Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre.

Y en lo demás, cada cual será libre en lo sagrado de la casa. El mérito, la prueba patente y continua de cultura y el comercio inexorable acabarán de unir a los hombres. En Cuba hay mucha grandeza en negros y blancos.

Patria, New York, 16 de abril de 1893



(Cantan Pablo y Victor Manuel)


En blanco y negro
(Sabina)

Cuanto me alegro
de que pintes conmigo en blanco y negro
graffitis en los muros del planeta
y si falta un color en mi paleta
regálamelo tú.
Porque la historia
con su cara y su cruz
se desnuda a la luz
de la memoria.
No te descorazones,
date prisa,
que cambiamos canciones
por sonrisas.
Y en este vis-a-vis
necesitamos
tus labios de carmín.
Enséñale los dientes
al presente
que juntando tu voz
con la voz de tu hermano
son mucho más que dos
un asturiano blanco y un cubano
negro como el carbón.
Por eso al alimón
con Pablo cantó un son
en blanco y negro con "filin" y con swing,
en blanco y negro la noche y el jazmín,
en blanco y negro la víctima y el juez,
en blanco y negro de Lorca y de Guillén,
en blanco y negro la tinta y el papel,
en blanco y negro la sidra y el mamey,
en blanco y negro arriba ese telón,
en blanco y negro comienza la función.
Añádele amarillo
de la China
y un rojo corazón
al estribillo
para bailarte un son
con tu vecina
caliente y sabrosón.
Y si abres las ventanas
de la Habana,
Madrid o Nueva York,
detrás de un cielo negro
puede que veas un dios
mulato dibujando el arco iris
con su rotulador.
Por eso, al alimón
con Víctor cantó un son
en blanco y negro con "filin" y con swing,
en blanco y negro la noche y el jazmín,
en blanco y negro la víctima y el juez,
en blanco y negro de Lorca y de Guillén,
en blanco y negro la tinta y el papel,
en blanco y negro la sidra y el mamey,
en blanco y negro como ébano y marfil
en blanco y negro Zapata y Luther King
en blanco y negro con duende y con sabor
en blanco y negro Machín y Camarón
en blanco y negro arriba ese telón,
en blanco y negro comienza la función.